“Cuando un adolescente verbaliza la ideación de suicidio, hay que tomárselo muy en serio”
Durante el confinamiento, las tentativas de suicidio entre los adolescentes, cayeron, probablemente porque éste supuso un paréntesis en la vida de todos, que se puso en pausa, y los chicos dejaron temporalmente de estar expuestos a la situación estresante que les generaba malestar, sin embargo, tras el verano, cuando regresamos a la rutina, a la realidad, se produjo un repunte significativo.
“Nosotros, desde octubre de 2020, hemos cuadruplicado el número de casos que atendemos por esta problemática”, confirma Fran Villar, coordinador del Programa de Atención a la Consulta Suicida en el Hospital Sant Joan de Déu, quien al respecto comenta que “tras el verano, volvieron las exigencias, pero sin embargo los chicos no tenían opción de disfrutar de actividades de descarga como es el deporte o el ocio”. Y es que no hay que olvidar que, aunque con la perspectiva de los años la adolescencia se recuerde como una época maravillosa, éste es un periodo vital “repleto de cambios, algunos muy duros, lo que te puede hacer tener muchas inseguridades, es una época en la que todo se vive con mucha intensidad y hay personas que no tienen las herramientas para gestionar esa situación emocional”, señala Cecilia Borrás, madre de un chico que se quitó la vida y presidenta de la asociación ‘Després del suicidi’.
Ese es, precisamente, uno de los posibles factores de protección que el entorno puede ofrecer a un adolescente con ideación de suicidio. “Cuando un chico transmite su malestar, no hay que subestimarlo porque creamos que no tiene razones materiales para sentirse así, sino que hay que empoderarlo en su dolor y estar siempre abiertos al diálogo, darles un espacio de escucha”, relata Borrás. En la misma línea, Villar señala que “es clave validar el dolor de ese adolescente que transmite o da señales de su malestar, hay que reconocerlo y admitir que éste puede existir” . “Es fatal decirle a un chico que lo está pasando mal que está perdiendo los mejores años de su vida, cuando para él son los peores”, comenta el doctor, quien, asimismo, pone de relieve que “cuando alguien nos da a conocer su voluntad de quitarse la vida, hay que tomárselo siempre en serio, no podemos ignorarlo por considerar que es una forma de llamar la atención”.
En realidad, es una alerta, una petición la ayuda y esa señal de alerta puede producirse de forma verbal, pero también a través de cambios significativos en su conducta o en su rendimiento académico, así como en los hábitos de sueño, ... en definitiva, “la persona deja de ser ella misma y ante estos cambios, siempre tendemos a pensar que son cosas de la edad, pero en realidad ese es el momento de preguntar, de abrir una puerta al diálogo”.
En este sentido, Villar recuerda que antes del suicidio siempre hay una preaviso, ya sea a través de señales como mediante la verbalización de la intención y recuerda que “cuando ya se verbaliza la intención de quitarse la vida hace ya mucho tiempo que esa persona lleva dando vueltas a la idea del suicidio”. De hecho, hay estudios que demuestran que entre el momento en el que un adolescente empieza a pensar en la muerte y la tentativa real pasa de un media un año.
Es por ello que es clave aprovechar esa ventana de oportunidad para actuar y por ello “hay que hacer un esfuerzo por empatizar " con el adolescente que da muestras de su intención de quitarse la vida, pese a que, frecuentemente, “nos cuesta más creer que lo que está diciendo es lo que realmente piensa cuando se trata de un adolescente que cuando es un adulto”, tal y como indica Villar, para a continuación puntualizar, sin embargo, que “pese a que hay que tomárselo en serio, hay que hacerlo con contención, sin ponerse nervioso a la hora de reconocer ese dolor”, porque con esa actitud solo se transmite un mayor desasosiego y preocupación.
En esta línea, el psicólogo recuerda que “generalmente, aquellos jóvenes que evolucionan mejor tras haber cometido una tentativa de suicidio son los que han estado al borde de la muerte, porque es cuando verdaderamente el entorno ha tomado conciencia de la gravedad del problema”.
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— Tech Maxi Thu Apr 21 16:47:20 +0000 2011
Y es que, como indica Villar, “el entorno es esencial” a la hora de tratar estos casos, de hecho, “durante el tratamiento, nuestro objetivo es trabajar para volverles a enlazar con la vida, para hacerles volver al entorno” y, en este contexto, “el principal factor de protección frente al suicidio en adolescentes es la participación en la familia y el entorno”.
La clave, volver al entorno
Así pues, “se podría señalar varios focos esenciales en la prevención de este tipo de conductas: por un lado está el dolor, el malestar y el sufrimiento que experimenta el adolescente, que, asociado a la desesperanza, podrían llevar a cualquier persona a pensar en la muerte como salida y es cuando la ideación del suicidio puede aparecer”. Y en este punto, tiene una gran relevancia el “cómo estoy enlazado a la vida, un factor que puede llevar al individuo a, definitivamente, desear morirse”, explica Villar, de ahí la importancia del entorno. De hecho, “es frecuente que quien está pensando en quitarse la vida considere que ésta es la manera de liberar a la gente que quiere de su carga, que es un sacrificio necesario que debe llevar a cabo por quienes le rodean”. “Buscar el encaje y el vínculo con la vida y el entorno es prevención, porque al final, los motivos que llevan al suicidio no dejan de ser vida” y por ello es importante no hacer sentir a este adolescente que es una carga, como tampoco instigarle a sentirse feliz por tener una vida cómoda o por encontrarse en una etapa vital que los adultos consideramos erróneamente que ha de ser de felicidad.
En este sentido, es importante que el adolescente que sufre malestar emocional o con ideación suicida reciba mensajes esperanzadores por parte de su entorno, por lo que es vital no caer en la tentación de intentar minimizar la situación insistiendo en la idea de que la adolescencia es el mejor momento de la vida y, en su lugar, conviene recordarle que aún le esperan los mejores momentos vitales y que “lo que ahora le preocupa, se va a poder solucionar”, comenta Borrás, algo que en la mayoría de casos es cierto, ya que, como apunta Villar “la mayor parte de adolescentes que piensan en quitarse la vida, no morirán por suicidio, incluso aquellos que ya lo han intentado”.
Todo ello nos puede llevar a concluir que “estamos fallando como adultos” ya que no estamos siendo capaces de acompañar a nuestros adolescentes en el proceso de gestión del malestar y de enlace con el entorno, tal y como apunta el psicólogo, y pese a que esa responsabilidad debe ser compartida por todo el entorno, en realidad ésta recae principalmente, como un peso muerto, sobre los padres y familiares cercanos de las víctimas de suicidio.
El duelo de quien ha perdido a un hijo por esta circunstancia es especialmente duro, ya que siempre sobrevuela el sentimiento de culpabilidad. “Todo el rato nos preguntamos qué influencia hemos tenido en esta situación”, comenta Borrás, quien confiesa que ella se atormentó preguntándose “en qué había fallado como madre”. En cualquier caso, pese al dolor que pude generar esta actitud, lo cierto es que, tal y como pone de relieve la presidenta de ‘Després del suicidi’, “es necesario hacerse esa pregunta, en el duelo es crucial intentar comprender nuestro papel en la muerte de esa persona”.
De todos modos, Borrás descarga de culpabilidad a los progenitores al señalar también que en una situación como esa “los padres nos sentimos impotentes y desbordados, ya que nadie nos ha enseñado a gestionar una situación en la que nuestro hijo quiere quitarse la vida y, además, solemos ser los últimos de la cadena de comunicación de nuestros hijos, que confían más en otras personas que en nosotros a la hora de compartir este tipo de cosas”. Por último, para Borrás, es importante recordar también que “pese a que los padres podemos hacer todo lo posible para que nuestros hijos superen o, directamente, no caigan en esa situación, siempre hay un margen”.