Indiana Jones en Somalilandia
Historias del mundo
Un autodidacta descubre los mayores tesoros arqueológicos del Cuerno de África
Xavier Aldekoa
Hargeisa (Somalilandia)
Viajaba ligero, solo con exceso de convicción. Hace 21 años, Mohamed Ali Abdi se puso una mochila vieja a la espalda, agarró un bastón y una garrafa de agua y echó a andar por las tierras interiores de su país, Somalilandia. A pie y sin dinero, soportando temperaturas abrasadoras y durmiendo al raso por un objetivo: hallar un tesoro de miles de años. Lo encontró. Un atardecer, mientras calentaba la cena, exploró con sus prismáticos una montaña cercana. “Me pareció ver una entrada en la pared de piedra y vi unas sombras que parecían pinturas. Se me aceleró el corazón. Supe que había encontrado algo extraordinario. Dejé la comida en el fuego y salí corriendo montaña arriba”. Aquel día del año 2000, Mohamed descubrió Laas Geel, las pinturas rupestres más importantes del Cuerno de África.
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— Ementes Technologies Tue May 19 14:43:18 +0000 2020
Repartidas en 23 abrigos rocosos en un montículo de 950 metros, situado en un desierto entre el puerto de Berbera y Hargeisa, descansaban ocultas más de 350 figuras de humanos, animales y enigmáticos símbolos geométricos de 5.000 años de antigüedad en un estado de conservación excepcional. Las creencias locales explican el milagro. Los pastores que conocían la existencia de las pinturas creían que habían sido creadas por djin , espíritus malignos, y el miedo ancestral hizo que las pinturas permanecieran aisladas hasta nuestros días.
Mohamed Ali Abdi halló las pinturas rupestres de Laas Geel, de 5.000 años de antigüedad
A sus 60 años, Mohamed recuerda su felicidad ante el hallazgo. “No me lo podía creer, sentí una enorme emoción. Me di cuenta en seguida de su valor y de que aquel iba a ser mi legado. Me sequé las lágrimas y dibujé algunas pinturas en mi libreta. Estaba maravillado, pero sabía que debía tratar aquel asunto con cuidado, así que no se lo dije a nadie; durante dos años guardé el secreto”. Mohamed inició un periplo de cartas con equipos arqueológicos italianos y franceses que trabajaban en las vecinas Etiopía y Yibuti para que fueran a estudiar aquel tesoro. No fue sencillo: hasta el año 2002 no aterrizó en el país un equipo galo algo incrédulo ante las descripciones de un apasionado Mohamed y descubrió Laas Geel a la comunidad internacional.
Xavier Gutherz, líder de aquella expedición ya jubilado, recuerda el papel clave del Indiana Jones somalilandés. “Su importancia fue enorme, pero no solo en Laas Geel: todos los principales sitios arqueológicos de Somalilandia, los más importantes, los ha descubierto él. Siempre ha trabajado con muy pocos medios, recorriendo el país de arriba abajo y pese a no tener formación universitaria no solo es experto en arqueología también en la cultura y las tradiciones locales. Es un gran defensor del patrimonio cultural de su país. Ojalá su labor fuera más valorada”.
Padre de nueve hijos, Mohamed conserva un aire de explorador de otros tiempos y viste una chaqueta vieja y su inseparable sombrero de camuflaje. Enseguida despliega mapas y fotos encima de la mesa y traza líneas invisibles entre los cientos de sitios arqueológicos que ha descubierto. Muestra con orgullo las cartas de recomendación de expediciones internacionales. Entre ellas, la de un equipo español liderado por el doctor Alfredo González Ruibal en la que se leen piropos: “El papel de míster Mohamed como experto de campo ha sido esencial para el logro de los objetivos del proyecto ya que tiene un conocimiento único y de primera mano del patrimonio arqueológico y de los recursos de Somalilandia”.
“La arqueología está en mi sangre, es mi misión y lo que da sentido a mi vida”, confiesa
Hijo de un militar y una enfermera y el mayor de diez hermanos, Mohamed se enamoró de la arqueología en su adolescencia, gracias a uno de sus tíos, que le dejaba acompañarle a la excavación de unas tumbas antiguas. Desde entonces, ha dedicado su vida a explorar el país. “La arqueología está en mi sangre, es mi misión y lo que da sentido a mi vida”.
Pese al escaso reconocimiento gubernamental a su figura en una nación aquejada de notables problemas políticos y económicos, Mohamed se ajusta el sombrero y arruga los hombros. Más allá de los aplausos mudos, dice sentirse un privilegiado por haber “inaugurado una era de descubrimientos”, pero sobre todo porque conocer es el primer paso para proteger. “He descubierto cosas que permanecían ocultas, que nadie había estudiado y sobre todo que nadie protegía. Aún estamos a tiempo de no perderlas”.
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