José López: los secretos del preso K abandonado
Hace cinco años exactos, la vida de la familia López cambió para siempre. Es que en una noche de junio de 2016, José Francisco saldría de su casa de Tigre en la Chevrolet Meriva que aún conserva, y se dirigiría al convento de General Rodríguez, donde iba a revolear bolsos por encima del tapial. El hecho, inmortalizado por las cámaras de seguridad, se transformaría en la imagen más icónica de la corrupción kirchnerista.
Desde ese 14 de junio, el ingeniero civil que había ocupado el cargo de secretario de Obras Públicas del inicio al final del gobierno K quedó detenido. Y fue viendo cómo sus compañeros de gestión también encarcelados recuperaban la libertad, mientras su suerte no lo acompañaba. Tras la excarcelación de decenas de ex funcionarios, apenas quedaron un puñado de presos. Y López empezó a entender que no tendría el apoyo de nadie para salir. Lo habían abandonado: “Soy el chivo expiatorio”, le aseguró a sus más íntimos.
José López es uno de los dueños de los secretos del entramado de corrupción K. En sus 12 años como mano derecha del ex ministro de Planificación, Julio De Vido, fue acumulando información sobre distintos hechos en los que él mismo ha señalado a la actual vicepresidenta, Cristina Kirchner. Mostró algunas de sus cartas en 2018, cuando declararó como arrepentido en la causa de los cuadernos de las coimas, pero podría contar mucho más.
Es que más allá de la condena por enriquecimiento, de siete años y seis meses, está comprometido como partícipe de una asociación ilícita en la causa por el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz, junto a Cristina y Lázaro Báez, entre otros imputados.
De todas maneras, espera con ansias que finalmente la Justicia le dé el visto bueno: el lunes 14 de junio se cumplirán cinco años de su detención y los dos tercios de la pena. Por eso está ansioso: “Tiene una alta expectativa de que esta vez sí le den la domiciliaria”, cuenta a NOTICIAS una de las últimas personas que habló con él.
Libertad. Hace dos meses que López empezó a soñar su vida afuera de los márgenes del lugar que ocupa, en una ubicación no identificada por su condición de testigo protegido. Su abogada, Pamela Bisserier, había pedido que le otorguen el beneficio de la domiciliaria en abril, amparada en que la pena se había reducido dos meses por “estímulo educativo”. Pero la defensora oficial no tuvo suerte.
Es que la Justicia le dio el visto bueno, pero le exigió una fianza de 85 millones de pesos, a la que López dice no poder hacerle frente. Desde ese momento, hay una pelea de sentencias y apelaciones que por ahora no tiene fin. La Cámara Federal de Casación Penal confirmó que, para salir, debe hacerle frente a la millonaria caución. “La situación patrimonial del encausado permite sostener la razonabilidad de su monto, con expresa mención de los bienes inmuebles que serían de su propiedad junto con las acciones societarias a su nombre”, suscribieron los jueces Alejandro Slokar, Carlos Mahiques y Guillermo Yacobucci.
Pero la abogada Bisserier apeló el fallo, asegurando que ese capital, que comprende propiedades en Santa Cruz y Tucumán, además de acciones de la La Araceliti SA (una empresa creada para administrar un campo en esta última provincia), ya estaba embargado en otras causas. De todas maneras, en los últimos días puso a disposición los mismos bienes, para saber si la Justicia aceptaba usarlos para aplicar la garantía que le piden.
Ahora López espera con ansias un golpe de suerte, en su austero lugar de detención, fuera de los pabellones que concentran a los demás presos. Escoltado por efectivos del programa de protección a testigos, recibe pocas visitas y no realiza demasiadas actividades. Nadie del mundo de la política lo llama, ni tiene un gesto con él. Todos, incluso el ex vicepresidente Amado Boudou, cuya condena fue confirmada por la Corte, tienen defensores en los medios. Pero no López. El ex secretario de Obras Públicas es la oveja negra. Un traidor. Hasta lo trataron de haberse vendido al macrismo, a él, que había estado en la gestión kirchnerista desde el primero al último día.
Días de prisión. En el patio de la penitenciaría de Ezeiza solían cruzarse varios de los presos K. En ese lugar, Carlos Zannini fue a buscar a “Lopecito” y lo acusó, por primera vez, de haber favorecido al macrismo. En una entrevista brindada en 2018, tras recuperar su libertad, el ex secretario de Legal y Técnica de Néstor y Cristina relataba la anécdota: “No lo voy a defender a él. Yo le dije que podía contar quién le dio la plata, porque tengo la seguridad de que no fue ningún miembro del kirchnerismo”. Y agregaba: “José López es un ser humano que está destruido porque ha terminado con su imagen ante sí mismo”.
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Quedaba inaugurada así la teoría conspirativa que hacía de López un doble agente kirchnerista-macrista. Según ese relato interesado, los 9 millones de dólares de los bolsos del convento eran coimas recogidas de forma independiente por el ex funcionario, sin vinculación con sus superiores. Y provenían del Banco Finansur, manejado entonces por Jorge Sánchez Córdova, quien a su vez era tesorero de Boca Juniors, cuando Mauricio Macri era el presidente del club. Un enroque discursivo para evidenciar que López era más M que K.
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El ex secretario de Obras Públicas ya no espera recibir ayuda. Sabe que se convirtió en el símbolo de la corrupción. Y que, desde que eligió declarar como arrepentido en la causa de los cuadernos, en agosto de 2018, se transformó en un traidor para los K. Carpeta en mano, el ex funcionario se había sentado ante el fiscal Carlos Stornelli en Comodoro Py y le había dado detalles de cómo se elegían las empresas para realizar obras con su respectivo retorno. Apuntaba hacia arriba, claro. A De Vido, pero también al matrimonio Kirchner.
Antes de señalar a lo más alto del poder K, López le contó a su defensora Bisserier que a los anteriores letrados que lo defendieron se los habían impuesto, entre ellos la llamada “abogada hot”, Fernanda Herrera (ver recuadro). López no hacía nombres, pero parece una obviedad que esos letrados estaban allí para que él no involucrara a sus antiguos superiores, entre ellos la actual vicepresidenta. Coincidencia o no: Lázaro Báez, estando en prisión, también había señalado que sus abogados intentaban encapsular la causa de la ruta del dinero K en su persona y no apuntar hacia más arriba.
Ese fue un nuevo quiebre en su vida. Dejó la cárcel de Ezeiza para someterse al programa de testigos. También debió abandonar el trabajo que realizaba en la penitenciaría: durante dos años fabricó bolsas de papel y recibió un sueldo por eso, de parte del Ente de Cooperación Técnica y Financiera del Servicio Penitenciario Federal. Es su último empleador registrado por AFIP.
Familia. Con María Amalia Díaz, López lleva 21 años de casado. Tuvieron una hija, Araceli (en honor a quien nombraron la empresa que comparten y con la que administran el campo de Tucumán), y fueron mejorando su estilo de vida conforme pasaban los años al calor del poder. Para ellas, la vida también cambió el 14 de junio de 2016.
La mujer se borró de las redes sociales horas después de que su marido protagonizara el lanzamiento de bolsos al convento y debió sufrir la insistencia de los medios que querían su palabra. Finalmente debió dejar el departamento que ocupaban con su hija en Recoleta para no tener que hacerles frente a los camarógrafos que la esperaban en la vereda.
María Amalia también fue investigada por enriquecimiento ilícito, pero no compartía abogados con su marido, hasta la llegada de la doctora Bisserier. La defensora oficial aglutinó las esperanzas de la familia, aunque no pudo evitar que la mujer también recibiese una condena por ser considerada partícipe necesaria: dos años de prisión en suspenso.
“La Mary”, como la conocen en Río Gallegos, había alegado que no sabía de los 9 millones de dólares. “Ese dinero no formaba parte del patrimonio de la sociedad conyugal. Mi sorpresa por el giro que ha tomado mi vida desde esa noche aún no cesa”, esgrimió por escrito la analista en sistemas, jubilada como Jefa de Despacho del Poder Judicial del la Provincia de Santa Cruz. No le creyeron.
La abogada Bisserier tuvo mejor suerte con la monja Celina Aparicio, la otra protagonista de la historia que, según las imágenes de las cámaras de seguridad, ayudó a López a ingresar el dinero y ni se inmutó por la presencia de un arma: ella fue absuelta.
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Futuro. En parte, el patrimonio de López fue desmantelado por la Justicia. Los 9 millones de dólares, 153.000 euros, 59.000 pesos, junto con los relojes Rolex y las joyas, tasadas en 452.000 pesos, se decomisaron y luego fueron destinados al Hospital de Pediatría Garrahan y el Hospital de Niños Gutiérrez.
También se le decomisó la casa del dique Luján, valuada en US$ 480 mil, de la que partió aquel día en el que se empezó a quedar solo. López argumentó que era alquilada, pero para la Justicia sólo trataba de fraguar la titularidad del inmueble.
Tiene una condena por siete años y seis meses que considera errónea. Es que, por lo que asegura que fue mala pericia de sus anteriores abogados, lo sentenciaron por separado en un hecho único, ocurrido hace cinco años. Por enriquecimiento ilícito le dieron seis años. Y por portación ilegal de arma, un año y seis meses. La Justicia decidió que las causas tramitaran en distintos juzgados y las penas se sumaran. López insistió en que no podía ser de esa manera, pero nadie lo ayudó en su reclamo. Allí también, el ex funcionario ve atisbos del desamparo K. Para él no hubo “Lawfare” y su nombre tampoco apareció en las marchas en las que reclamaban la liberación de los dirigentes del Frente para la Victoria.
Si recupera su libertad, tal como espera que suceda pronto, “Lopecito” puede seguir contando con la ayuda del Programa de Testigos Protegidos. A menos que renuncie a ello, mantendrá la custodia, pero además, si no puede garantizarse la solvencia económica, deberían darle asistencia tal como hicieron con el chofer Oscar Centeno o con el ex socio de Boudou, Alejandro Vandenbroele. De todas maneras, el Tribunal Oral Federal 1 le indicó que debía “procurar adoptar oficio, arte, industria o profesión” para su subsistencia.
El coronavirus ya no implica un peligro tan inminente, desde que recibió la primera dosis de la vacuna Sinopharm directamente en su lugar de detención. López había pedido ser excarcelado en el 2020, por miedo a contagiarse, pero la Justicia le negó esa posibilidad que otros consiguieron.
De quedar libre, podría continuar su vida en Tucumán o en Santa Cruz, sus dos lugares en el mundo. No al calor del poder en Capital Federal, aunque muchos de sus ex compañeros de gestión hayan vuelto. “Siempre hay un mascarón de proa. En todas las gestiones”, le dijo una vez su abogada, para que entienda el lugar que iba a ocupar. Su asesora letrada sabía a qué se refería: había defendido en el pasado a María Julia Alsogaray, ex funcionaria del menemismo condenada por corrupción. López lo tenía asumido. Se transformó en un símbolo oscuro. Por eso nadie se atreve a defenderlo.