Crónica de un viaje solo por Europa en silla de ruedas
Una imperdible lección de vida para los que no andamos en silla de ruedas y una guía de viaje llena de tips y consejos imprescindibles para los que sí, y estén pensando en lanzarse a la aventura de viajar solx.
por Stefano Banfi.
Tengo 29 años y ando en silla de ruedas desde los 11 por un problema congénito, pero siempre he evitado que esto me detenga para hacer las cosas que quiero, y creo que lo he logrado.
Soy de los que les encanta disfrutar lo que observa, pasear y conocer nuevos lugares. He tenido la suerte de conocer bastantes partes en el último tiempo y, como dicen, esto se vuelve casi una adicción.
Siempre han dicho que viajar solo es una prueba de vida que uno debe experimentar, y no deja de ser verdad: conoces cosas nuevas, personas diferentes y, principalmente, te conoces a ti mismo. No voy a mentir, sentía un poco de miedo por no saber los problemas a los que me podría enfrentar, pero a la vez tenía confianza. Creo que he vivido hartas cosas, más que algunos y menos que muchos, pero por lo mismo, las vivencias que he tenido me han enseñado que todo al final resulta, de una u otra forma, y está en uno definir cómo quieres que éstas resulten…
Mi hermana mayor, quien vive en Madrid, tuvo su primera hija. Era la excusa perfecta para viajar, conocer mi sobrina y, por qué no, conocer lugares a los que antes no había ido nunca, aprovechando que viajar dentro de Europa es relativamente fácil y barato, dije “bah! Démosle” y compré un pasaje.
Había viajado solo por cosas relacionadas al trabajo, teniendo la suerte de conocer Barcelona y Tokio, pero quedarse en una única ciudad no es el mismo desafío que dedicarse a recorrer, principalmente por las dos principales preocupaciones: resolver los temas de transporte y cómo llevar el equipaje.
Este era un paso más allá… Tenía únicamente el pasaje de Santiago a Madrid, faltaban tres semanas y no tenía ningún itinerario de viaje, así que en una tarde definí mis planes, basado en lo poco que averigüé en Google y las fotos que vi:
Quiero conocer Londres, Edimburgo y Dublín. En el intertanto, aprovecharía de ver algunos amigos que se encuentran viviendo por los alrededores. Realicé las reservas en Hostelworld.com y Airbnb (aplicando siempre el filtro que fuesen accesibles, que ambas páginas disponen) y compré los pasajes internos por Ryanair, todo en tres horas (recomiendo Google Flights para planificar round trips).
No tenía certeza cómo serían los sitios donde me hospedaría, cómo era el sistema de transporte de las ciudades que visitaba (uno espera que el primer mundo esté muy acondicionado, pero no siempre es así, por ejemplo, los metros de París o Nueva York son terribles, como lo pude corroborar en un viaje anterior que hice con mi otra hermana en el 2016, no encontré nunca un ascensor ni una escalera mecánica y, por suerte la tenía a ella para ayudarme en esas situaciones), ni las dificultades que me esperaban por la geografía del lugar. Pero pensé “bueno, en el camino se arreglan las piedras” y como bien digo sobre este viaje, planifiqué poco e improvisé mucho.
Lo único que planifiqué fue la silla que utilizaría, las cosas que llevaría y cómo las iba a llevar (con una rutina en el gimnasio que me permitiera estar en buen estado físico para la travesía): armé un bolso (que se podía cargar en la espalda como una mochila) de unos 30 litros, en el que traía la ropa necesaria para el recorrido, artículos personales, una toalla de microfibra y un pequeño piso plegable para la ducha (de esos pisos que se usan para algunos trabajos de ferretería o alcanzar cosas, valen como $3.500), y una pequeña mochila con una parka de pluma, mi cámara, los documentos y varias cosas chicas.
Para uno como usuario de silla de ruedas puede ser útil tener dos sillas, una de repuesto por si una se rompe/avería y la de uso diario, por lo que me compré una nueva de uso diario. Cuando compré la nueva silla consideré dos cosas principales, poner horquillas delanteras amortiguadas para caminos irregulares, y buscar un respaldo lo más bajo posible que me permita cargar la mochila sobre los hombros y así distribuir el peso de mejor manera cuando me muevo y evitar irme de espalda. El bolso que armé lo llevaría en la espalda y la mochila pequeña en el pecho.
El espacio era poco, así que no iba a traerme casi nada del recorrido. También llevaba una maleta más grande, donde llevaba la ropa que usaría y dejaría donde mi hermana en España, para mantener el otro bolso intacto, listo para recorrer. Cuando salí de mi casa en Santiago, me puse el bolso, la mochila y empujé la maleta hasta la entrada de mi casa, donde me esperaba el Uber rumbo al aeropuerto de Santiago. Una vez en el aeropuerto, me bajé y empujé la maleta hasta el mesón de Avianca para dejarla, mientras que el bolso y la mochila las cargaba conmigo en el aeropuerto. Luego, en la PDI tuve el primer contratiempo, al sacarme el bolso uno de los tirantes se rompió desde los broches.
Parece que había comprado una mochila muy cómoda que pude meter todo en poco espacio, pero de pésima calidad. Logré amarrar el tirante y pude continuar sin mayor inconveniente.
Este era el plan, llegaría a España y pasaría por el momento familiar, fui con mis papás por tren AVE (de alta velocidad) a Toledo y también paseamos en auto por Ávila, Manzanares El Real y Córdoba, para luego continuar mi propia aventura al día siguiente que volvimos a Madrid desde Córdoba.
Los vagones del AVE están en altura, pero uno solicita asistencia y en la estación disponen de elevadores para subir fácilmente con la silla.
Toledo es pequeño, pero super hardcore para la silla, pendientes muy pronunciadas y adoquines por todas partes, por lo que es recomendable en este caso tomar los buses turísticos, porque si no uffff, pero de todas formas hay que ponerle harto pino.
Ávila es una pequeña ciudad amurallada muy llana, y sólo el único inconveniente son los adoquines, que no son mayor problema, de hecho vi mucha gente en silla por ahí. Y Córdoba es muy parecido en ese aspecto, es una ciudad preciosa, muy antigua y también plana, pero con suelos adoquinados por todas partes (de repente unos caminos de mierda que uno se atoraba a cada rato) que podían dificultar un poco el paso. Para estos caminos, lo ideal sería tener un aditamento, que es una rueda delantera grande que suspende las chicas, creo que lo consideraré para la próxima.
En España compré un chip de celular con 6gb por 15 euros, ya que al interior de la UE no hay cobros por uso del roaming y tendría internet en todo momento, pues Google es más inteligente que uno y sabe darte las instrucciones precisas de cómo llegar a un lugar, e iba a poder mantenerme conectado para realizar una llamada por Whatsapp en caso de una emergencia, lo que me daba mucha seguridad.
La primera parada de la aventura desde Madrid era Londres, con llegada al aeropuerto Stansted (el cual está a una hora en bus o tren hacia la estación de metro Stratford). Mi cuñado me dejó en el aeropuerto de Madrid en auto, ya que era arrendado y debía devolverlo en el mismo lugar. Llegué al aeropuerto de Londres, giré plata del cajero para tener libras en efectivo y compré el pasaje de bus para ir a la ciudad (cuesta 10 libras aprox.).
Ahí apareció el segundo inconveniente, el internet móvil no funcionaba, no iba a ser tan fácil, pero bueno, al mal tiempo buena cara. El bus tenía peldaños, pero los primeros asientos están reservados para personas con alguna discapacidad, así que subí sentándome en los peldaños y la silla la guardaron bajo el bus. Arriba del bus me conecto al WiFi que tienen disponible para intentar resolver el tema del internet móvil sin éxito, y me entero que había ocurrido recién un atentado en una estación del metro de Londres, me asusté un poco pensando que tal vez las líneas estarían bloqueadas y tendría que buscar una alternativa para llegar a mi hostal. En el camino busqué las instrucciones para llegar al hostal, debía llegar a la estación Oxford Circus, no sabía qué líneas debía tomar pero como es el dicho, preguntando se llega a Roma, lo averiguaría cuando llegara a la estación Stratford, donde cargué la Oyster Card (como la Bip!).
En la estación pregunté cómo llegar Oxford Circus y aparece el tercer problema, no todas las estaciones del Underground tienen ascensor (de hecho no son tantas), y ésta era una de ellas. Una alternativa era bajarse en la estación anterior, Tottenham Court e ir a pie a mi hostal recorriendo una distancia mayor, pero esta estación estaba siendo remodelada y el ascensor estaba fuera de servicio, por lo que me indicaron que la mejor alternativa era tomar otra línea (con un viaje el doble de largo) y bajarme en Green Park, aún más lejos del hostal (el pasaje de metro costaba aprox. 2.4 libras).
Una vez que llegué a Green Park abrí la aplicación de celular Here donde tenía el mapa de Londres descargado para que me diera el camino para llegar a mi hostal, lo que me tomó alrededor de media hora. Lo bueno, es que Londres es bastante plano y todas las esquinas tienen bajadas, por lo que no fue tan difícil. Me instalo en el hostal y efectivamente era accesible, tenía ascensores, pero por medidas de seguridad me dejaron en una pieza compartida (con baño en la pieza) en el primer piso. El baño del hostal tenía una ducha con un piso plegable adosado a la pared y todas las medidas necesarias. El único punto bajo es que no era tan limpio, pero todo lo demás funcionó perfecto.
Mi primera impresión de Londres fue “estos tienen plata” (y mucha). La ciudad es lindísima, muy limpia, la gente tenía mucho estilo y era muy común ver un Rolls Royce o un Bentley dando vueltas. Y sí, todo es muy caro, así que hay que estar preparado para tirar los billetes. Y mi segunda impresión, “Look Right/Look Left” si no fuese porque estaba escrito en el piso en cada esquina más de una vez habría mirado al lado incorrecto pasando sustos de ser atropellado, porque estos tipos manejan del lado equivocado.
Además, hay que decir que aquí pareciera que el peatón tiene la última preferencia, el semáforo peatonal dura poquísimo y si estas en rojo nadie para, sólo te esquivan y te tocan la bocina.
Cuando llego a un nuevo lugar, lo primero que intento hacer es tomar alguno de los tour gratuitos (se les deja una propina) para tener la primera pincelada de la ciudad. Llegué al punto de encuentro del tour, pero no veía a nadie. Vi a un tipo con un mapa que estaba dando vueltas en círculos como yo, le pregunté si buscaba el famoso tour, y estaba en las mismas que yo. Como no lo encontramos, empezamos a recorrer por nuestra cuenta, tratando de colarnos a los tours pagados con audífonos, pero los tipos hacen lo imposible para que no se les sume gente… así que seguimos por nuestra cuenta usando la app Citymaps2go.
Según el celular de este compadre Javier, un mexicano muy buena onda por lo demás, anduvimos 27kms en un día, terminamos muertos, pero le dimos la primera gran vuelta a la ciudad. Él seguía al día siguiente para Barcelona y yo continuaría por mi cuenta en Londres. Al final no di con el tour gratuito porque no tenía mi celular con zona horaria automática, pese a que yo creía que sí, y estuve dos días con la hora de España (una hora adelante que UK), pero me di cuenta al ver la hora en la Torre del Reloj (popular y erróneamente conocido como Big Ben), y encontré raro que fuese “tan temprano”.
So I walked into the grocery store to see that many of my fellow Nebraskans were purchasing large amounts of beans… https://t.co/rVf0SiuLhE
— Rebecca Roston Mon Mar 23 17:53:55 +0000 2020
En Londres tuve suerte, llovió poquísimo, hasta tuve sol en los días que estuve, lo que no es usual, ni en verano. Para los que usamos silla de ruedas es un tema la lluvia: como uno va sentado, las piernas se mojan mucho y al utilizar las manos constantemente uno no puede llevar paraguas, pero un amigo de la pega me regaló un poncho plástico que me sirvió en más de una ocasión en las cortas, pero intensas lluvias londinenses.
Como no tenía internet móvil para consultar bien los recorridos de las micros de la ciudad (los típicos rojos de dos pisos) y las estaciones del metro no eran todas accesibles (no tienen ascensores y muchas veces el vagón no queda a la altura del andén, según la estación), prefería no arriesgarme e ir por superficie a todas partes por mi cuenta, total la ciudad es bastante plana y ando rápido.Creo que demoraba menos así que tratando de averiguar cada vez los buses que necesitaba. Esto tiene sus ventajas, puedo conocer mejor la ciudad, y encontrar rincones que uno pasaría por alto de otra forma, pero no deja de ser cansador, en especial la espalda en la zona lumbar por la posición y la superior por el esfuerzo, considerando que en promedio andaba fácil sus 15 kms diarios, creo que no era poco, pero vale la pena. Aun así, el sistema de micros se veía muy cómodo, con rampas automáticas y pisos que quedaban casi al nivel de la vereda.
En general diría que Londres es bastante fácil para andar en la silla. Además casi todos los edificios, en general, tienen buenos accesos, quizás puedes encontrarte con algunos peldaños en una que otra tienda chica.
Ahora venía la segunda parte, ir a Edimburgo. Salgo del hostal de Londres igual que como llegué: el bolso en la espalda y la mochila al pecho, e hice el mismo camino para volver al aeropuerto Stansted (ir a Green Park hasta Stratford, donde puedes comprar el pasaje de bus presencialmente en el paradero que te lleva al aeropuerto, estos buses tienen una frecuencia de 30 minutos).
Una vez en el aeropuerto conectado a WiFi mi cuñado me habla y me envía una página con las indicaciones para configurar correctamente el celular y tener internet móvil por roaming.
Y llego a Edimburgo, mi parte favorita de todo el viaje. A los escoceses no se les entiende ni mierda cuando hablan, pero este lugar es precioso, una pequeña ciudad gótica, fría, húmeda, con musgo por todas partes, cementerios al por mayor (los que están abiertos las 24 horas y la gente los utiliza hasta para hacer picnics cuando hay sol) y muchas historias que rayan lo sórdido.
En el aeropuerto vino el cuarto inconveniente, se rompió el otro tirante del maldito bolso, ahora tenía que llevar las cosas de otra forma: el bolso sobre las piernas y la mochila en la espalda, lo que lo hacía un poco más difícil. Tenía un screenshot con el punto en el mapa donde quedaba el Airbnb que había pagado.
Para llegar al centro uno puede tomar los Airlink buses o el tranvía, y ahí tomar taxi o micro hacia tu destino. Edimburgo no tiene metro y tiene pocas líneas de tranvía, pero las micros (Lethonian buses) funcionan súper bien, y son muy cómodas para subirse en silla, también son de dos pisos y con rampas automáticas. Para hacerse una idea, el pasaje de viaje único de micro vale 1.6 libras y el pase diario 4, los cuales se pagan en la misma micro (pero debe ser con la plata exacta), tan barato no era tampoco. Pero en la oficina de turismo del aeropuerto me sugirieron tomar una micro desde el aeropuerto que me dejaba muy cerca de mi destino, era un viaje más largo, pero más fácil y más barato. No me complicaba que demorara más, porque la mina del Airbnb no me podía recibir antes de que llegara de su pega, de hecho el timing de mi llegada fue perfecto.
Además, como tenía internet, saber qué micro tomar y dónde bajarme a donde fuera era muy fácil usando Google Maps. En cuanto al departamento, los espacios eran muy cómodos y no tuve ningún problema con la silla, ponía mi pisito portable en la tina y me duchaba sin mayor complicación.
Ahora bien, hay que estar preparado para Edimburgo, así como es muy bonita y antigua, no es tan fácil para la silla (pese a las buenas micros). Tiene muuuchas pendientes y adoquines, así que era necesario ponerle esfuerzo (hay que ir preparado físicamente para esto). De lo que conozco, ha sido de los lugares más complejos, compitiendo con Toledo y superando a Praga, Lisboa y Oporto.
En el tour gratuito conocí a dos chilenos muy telas, Cindy y Daniel, con los que pasé el día recorriendo, y nos tomamos algunos copetes. Además nos apuntamos a un tour nocturno a pie donde te van mostrando cosas muy interesantes de la ciudad. Historias de cacerías de brujas, torturas, tráfico de muertos para la ciencia y actividades paranormales. Este tour pasaba por Calton Hill, como dice su nombre, es una colina, la más alta de Edimburgo, por lo que no iba a ser muy fácil. Aun así, el guía buscaba rutas fáciles, dentro de lo posible, tratando de pasar caminos sin escaleras, pero en varias partes era imposible. Pero siempre la gente lo ayuda a uno, las escaleras las subía sentándome en los peldaños y otros subían la silla, u otras veces me cargaban entre tres, o si la pendiente era muy difícil, bastaba con que alguien me diera una mano en la espalda para no irme para atrás o perder el impulso.
Con todo el trajín, una de mis ruedas terminó con varios rayos sueltos, un par que se salía a cada rato, era muy molesto tener que atornillarlos siempre, así que otro aditamento que debo portar es una llave para rayos de ruedas de bicicleta. Casi al final del tour, terminando en un cementerio muy oscuro de noche (había que iluminar con linternas) salté con la silla desde un peldaño muy alto, caí un poco de lado, por lo que la rueda izquierda, que tenía los rayos sueltos se desalineó y enchuecó un poco; al rodar, la parte chueca rozaba con el tapabarro de la silla y me frenaba, quinto inconveniente y no menor…
Después llegué al departamento donde me alojaba y, pensando cómo darle solución al problema, noté que el lado derecho tiene una separación entre la rueda y el tapabarro levemente mayor que el izquierdo, así que roté la rueda y puse cinta aisladora en las uniones de los rayos sueltos, para que no se salieran más. Esto me bastaría para llegar a Santiago y buscar dónde reparar el cagazo.
Uno de los días paseando por las calles de Edimburgo, entramos con Cindy y Daniel, los chilenos que conocí, a un callejón que daba a una especie de patio interior con casas alrededor y una estatua en medio. Debajo de la estatua había un pequeño sobre que decía “Open if you need courage”. Abrí el sobre y saqué el papel en su interior con este mensaje…
Es algo que siempre he creído, aunque a veces lo olvido.
Pensé en llevármela, pero era mejor que otras personas también se encuentren con este mensaje.
Entre mis frases típicas siempre digo “me están poniendo a prueba” y Edimburgo, lo hizo, y con cuática, pero fue prueba superada, y sin duda que valió la pena. En esta parte lo pasé excelente, vi que puedo ir más allá y me llevé tremendas experiencias.
Ahora venía la última parte, Dublín. Aquí la verdad me detendré menos, porque Dublin creo que fue la ciudad menos desafiante. Al igual que Londres, es muy llano, no tiene metro pero sí tranvías y buses, los cuales repiten la tónica: dos pisos y muy accesibles.
Nuevamente, con Google Maps llegar a cualquier lado fue papa. Compré el pack que traía el transporte en el Airlink bus desde el aeropuerto al centro, transporte en los buses hop-on hop-off (que te van llevando a los lugares turísticos y te narran las historias, pero los conductores relatando eran infumables. No se callan nunca y hablan puras estupideces. Esta opción no la recomiendo, buscaría los tickets diarios de transporte público y comprar el pasaje ida/vuelta a los Airlink buses del aeropuerto. El hostal en sí también era bastante accesible con ascensor, muy bonito, limpio y ondero, pero la entrada a la ducha era un poco más difícil (nuevamente hice uso de mi piso portable) y los colchones ufff insufribles, dormí mal todos los días. Los únicos lugares difíciles para transitar por Dublin fueron Temple Bar (el barrio turístico del carrete), por unos adoquines muy molestos, y Phoenix Park (un parque en la ciudad de más de 700 hectáreas) porque no puedes adentrarte a los pastizales en la silla.
Habían pasado 12 cansadores días, la ropa a estas alturas ya no olía tan bien (viajé muy ligero), pero todo fue muy reconfortante, volvía a Madrid y mi mochila también se estaba rompiendo arriba de los tirantes. Éste sí era un problema, no iba a tener cómo cargarla porque el bolso ya iba en las piernas y no puedo tener las manos ocupadas, tenía que tratarla con mucho amor.
Llego al aeropuerto de Madrid y cojo el tren urbano hacia donde vive mi hermana. Los trenes urbanos de Renfe-Cercanías tienen vagones con dos peldaños de altura, pero algunos de ellos, que tienen espacios reservados para coches de guagua y sillas de ruedas sí lo están. Como no todos los trenes traen estos vagones, de repente toca esperar hasta dar con uno de ellos. Los vagones del Metro son muy accesibles, pero no todas las estaciones tienen ascensor, o muchas veces sólo hay escaleras mecánicas, en cuyo caso me afirmaba de las barandas y subía/bajaba en ellas.
Terminaban mis vacaciones y pasaba mis últimos días en Madrid, compartiendo con mi hermana, mi cuñado y la pelotita enana que ya tenía apenas un mes y medio de nacida.
Estos días los dediqué principalmente a descansar y pasar un momento familiar… la aventura personal ya había terminado. Irme de Madrid me produjo mucha emoción y nostalgia adelantada por separarme de mi hermana y sobrina. Ahora me encuentro volviendo a Santiago, donde tomaré el taxi a casa y dejaré mis cosas, para retomar el trabajo y la vida normal.
Reitero que es una experiencia que me encantó vivir, conocer lugares nuevos, hacer lo que quieres, conocer gente bacán en la travesía. Seguir tus propios ritmos, etc.
Pero por sobre todo, me conocí más a mí mismo, de lo que soy capaz y que puedo ir más allá, dejando muchos miedos detrás.
Sin embargo, hay que prepararse físicamente antes de todo, si no el cansancio y la fatiga serían enormes. Y como siempre fue la tónica de este viaje, planifiqué poco e improvisé mucho, sólo se necesita la confianza.