11 hombres dando golpecitos a una pelota ¡y encima vacunados!
Igual que resulta repugnante el afán de cierta derecha por envolver el fútbol en la bandera con la que tapan sus continuos tejemanejes, resulta insoportable la superioridad moral con la que cierta izquierda suele acercarse desde hace tiempo al mundo del balón. El último ejemplo lo hemos tenido con la ínclita Aina Vidal, diputada de En Comú Podem, y su "grupo de once hombres dándole golpecitos a una pelota" que, por lo visto, relega a los que verdaderamente merecen la vacuna en este país.
Si con tal expresión quería referirse exclusivamente a la selección española, alguien tendrá que explicar a su señoría que el grupo es bastante más amplio porque, mire usted, en el fútbol hay suplentes, entrenadores y hasta auxiliares. Si su alusión era más general, encima es machista. Sí, machista. Como ella ha nacido en Barcelona puede que le suene de algo el Barcelona, un equipo femenino que acaba de ganar la Champions. Hay trayecto por recorrer, y con actitudes como la suya tardaremos siglos en recorrerlo, pero afortunadamente siguen dándose pasos hacia la igualdad.
Luego está lo de menospreciar los golpecitos a la pelota, como si detrás de ellos no hubiera una industria profesional cuyo impacto socioeconómico sólo en España, según la consultora PricewaterhouseCoopers (PwC), se cuantificaba ya en 185.000 empleos, 4.100 millones de euros en impuestos y una facturación equivalente al 1,37% del Producto Interior Bruto. Por explicárselo de otra manera, doña Aina, hay muchísima gente que trabaja en el fútbol y en consecuencia come de él, sin que, al menos de momento, haya constancia de ilegalidad alguna en su comportamiento.
How to Dehydrate Tomatoes http://ow.ly/6zxGu
— Paul DeLuca Fri Sep 23 15:10:08 +0000 2011
Hablábamos antes de último ejemplo, porque el penúltimo fue la majadería aquélla que circuló por las redes durante el confinamiento respecto a que el fútbol se había parado sin que pasara nada por ello. Claro, como se pararon el resto de los deportes, cualquier manifestación cultural (cines, teatros, conciertos, exposiciones...) o, por elevación, cualquier actividad social. Como se pararon, de hecho, los besos a los padres o los abrazos a los hermanos. Y no pasó nada en el sentido de que aquí estamos, aunque nos hemos dejado a más de 80.000 por el camino. Pero sí pasó, y tanto que pasó. Más allá de esos estragos físicos que ha dejado el virus, que las consultas a especialistas en salud mental se hayan disparado algo querrá decir.
Y luego lo de la vacunación, que ha reventado definitivamente cualquier aparato que mida la demagogia. Más allá de que los futbolistas participen en la Eurocopa como representantes de España, y de que eso al menos permita el debate sobre la pertinencia o no de su inmunización, lo evidente es, uno, que ellos no han tenido mayor dosis de responsabilidad en los vaivenes políticos, precisamente políticos, sobre el tema y, dos, que su postura de última hora respecto a Janssen o Pfizer estaba marcada por la lógica antes que por exigencia alguna: no tenía sentido apostar por la doble dosis cuando la segunda (y sus posibles reacciones) iba a pillar en medio del campeonato.
Estas líneas se escriben cuando faltan unas horas para que comience la Eurocopa itinerante, que ésa es otra, en la que 24 países tendrán su grupo de once hombres dándole golpecitos a una pelota. A ver cuánto tardamos en escuchar otro tópico de la vieja panoplia, ése de que sólo fútbol y siempre fútbol, como si no hubiera cientos de alternativas para el ocio de cada cual. El balón es redondo, muchas cabezas siguen siendo cuadradas.