Monjas, números malditos y funerales: las cábalas del delito
La quiniela dice que el 32 es el dinero, el 44 la cárcel y el 79, el ladrón. Pero en las calles se dicen muchas más cosas. Los delincuentes tienen sus cábalas. En general, los que las cumplen son los denominados de “guante blanco” o profesionales u organizados. Los que delinquen bajo los efectos de las drogas, o sin analizar si en la zona hay policías o cámaras de seguridad, no suelen creer en nada.
Julián conducía una moto de alta cilindrada. El destino era el microcentro porteño: la víctima ya estaba marcada. Había salido de un banco. En la moto, de acompañante, iba su cómplice. El que en la jerga se le dice "el bajador", porque es el que baja y arrebata el maletín.
Estaban apurados, pero en el camino cruzaron una monjita. Y no lo dudaron: frenaron, subieron por la vereda, estacionaron la moto y se le acercaron. La otra parte de la banda seguía de cerca a la víctima, y los estaba esperando. Pero si hubiesen sabido con quién se habían cruzado, avalarían la actitud.
El último día preso y el ritual de despedida hacia la libertad
Julián y el "bajador", que son colombianos, saludaron a la monja en una de las tantas calles de la Ciudad de Buenos Aires. Le sacaron charla, la saludaron con un beso, le pidieron la bendición. Y lo más importante: le tocaron la sotana. Recién ahí siguieron con su plan.
Minutos después, cuando contaban y separaban el botín en partes iguales en una oficina que alquilaban solo para ese tipo de encuentros, les contaron a sus compañeros sobre la secuencia con la monjita. Todos confirmaron una de las tantas "leyes" que tiene el mundo de la delincuencia (en este caso colombiana) para llamar "a la suerte y a la plata". Los ladrones argentinos también creen en eso. Pero el ritual es distinto. Se bajan del auto, o de la moto, alcanzan a la monja y se dan vuelta. Se dice que si la cruzan caminando, la suerte, y la plata, estará con ellos en el próximo robo.
Carlitos tiene más de 70 años y empieza a enumerar sus cábalas y las de algunos de los ladrones que conoció. Pegarle con un diario a un cómplice, o revolearle un pan, es sinónimo de un futuro próximo en la cárcel. Si mientras dan vueltas buscando una víctima encuentran una mudanza, se confían: eso es sinónimo de que les va a ir bien. Lo mismo con algún fondo de pasto. Si se les cae un peine, lo pisan: eso representa "la mucha plata que van a ganar ese día". Pero la caía no tiene que ser forzada.
Lo mejor que les puede pasar a la altura de una panadería es ver a los empleados bajando y entrando bolsas de harina. En ese momento los ladrones se meten las manos en sus bolsillos y nombran en voz baja la palabra "plata".
Los asaltantes chilenos, en cambio, se confían al coincidir en la calle con una ambulancia. "También tuve compañeros que usan la misma ropa interior. Cada uno tiene sus cábalas", dice, en un almuerzo en una parrilla de Tres de Febrero.
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Lo de usar la misma ropa y las mismas acciones que hicieron el día que robaron y les fue bien es muy común. Se acuerdan del playero que les cargó nafta ese día y van y piden que les cargue él. Recuerdan a la camarera que los atendió ese mediodía y vuelven y piden por ella. Siempre son generosos con las propinas porque esas personas, creen, les van a desear "buenas energías". Por más que no sepan a qué se dedican o lo que están por hacer al despedirse de ellos. Los caminos también se repiten. Toman las avenidas o cuadras del día que les fue bien. Incluso hay bandas de salideras bancarias que si un martes robaron un maletín con mucho dinero, empiezan a salir a robar todos los martes.
Hay bandas que creen que "a la calle hay que pagarle". Basados en esa creencia, dejan dinero en alguna esquina. Otra que es universal es, en caso de coincidir en un semáforo con un camión blindado, tocarlo. Eso es "llamar al dinero". "Yo me he llegado a bajar del auto e invitar al McDonald's a cuatro chicos que pedían monedas en la puerta", comenta otro ladrón mayor de 70 años. Aunque aclara: "Yo soy positivo y por sobre todas las cosas creo en mí y en mis cómplices. De todas formas respeto a los que creen en esas cosas porque se están jugando su vida y su libertad. Además siempre es bueno ganarse las energías de la gente que cruzás en el camino y compartir lo que tenés con gente que tiene necesidades. Nos da seguridad y fortaleza".
Entonces, en esa lógica, si ven a alguien vendiendo, le compran. No importa lo que venda. Si ven a una familia pidiendo, la ayudan con dinero. Y si ven a nenes pidiendo monedas, les compran de comer. Después siguen su camino.
Pero así como hay rituales para "llamar al dinero, la suerte y las energías", hay otros para evitar el mal y a la Policía. "En nuestro auto están prohibidos ciertos números", cuenta Carlitos. En lugar de decir 13 o 17 dicen "12+1" o "20-3". En el auto también se evitan nombrar a personas que consideran "piedras". La última vez que lo hicieron terminaron en una comisaría. Los martes 13 no salen de sus casas. Por más que entreguen algún dato bueno de una víctima. Los días de lluvia -creen- no son buenos. "Contá la vez que te bajaste del auto porque tu compañero nombró uno de esos números", le pide un amigo que escucha la conversación.
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Y así como Carlitos se bajó del auto y prefirió volverse a su casa sin buscar víctimas, hay ladrones que hacen lo mismo si en el camino se les cruza un gato negro. O que no tocan sal ni botellas de aceite el día que van a ir a robar. También hay de los que prenden una vela al salir. "Ayudame a volver rápido", le piden a un santo o una virgen. Pero eso, más que una cábala, es fe.
Los colombianos "internacionales" que roban en Buenos Aires tienen muchísimas cábalas o señales más. Las patentes de los autos hablan: "000" es "suerte para ganar dólares". El "111" es "libertad, que roben tranquilos que ese día no les va a pasar nada". Los problemas están representados con el "555" y la sorpresa en el "444".
Mientras dan vueltas y están pendientes de las patentes y monjitas, lo mejor que les puede pasar es encontrarse con un casamiento en alguna iglesia o CGP. "Uy papá: ahí nos decíamos 'hoy nos ganamos la plata de un apartamento para volvernos a Bogotá'", recuerda Julián, el que frenó y subió a la vereda para tocar a la monja.
Como esa hay otra que es "de película": si ven un entierro o una caravana que acompaña a un coche fúnebre, estiran un brazo hacia arriba, y hacen el gesto de como si pudieran agarrar un puñado de aire. Después se llevan la mano a sus bolsillos. "Es que la muerte a nosotros nos ilumina. Por eso siempre le pedimos a las almas y vamos tanto al cementerio, a pedir por nuestra libertad y buenos botines", argumenta.
El mismo gesto del brazo hacia arriba y luego a sus bolsillos lo hacen cuando escuchan y ven un avión. Eso significa "suerte para viajar a robar a un destino nuevo". Si están mirando televisión y aparecen imágenes de dólares o dinero (ya sea en una película o en los noticieros) se acercan a la pantalla y la tocan. Cuando roban y reparten el botín en partes iguales el ritual es frotarse la plata por sus cuerpos: estiran los brazos y las piernas y otro compañero se encarga de hacerlo.
Julián, en sus bolsillos, siempre lleva tres pesos en monedas: una de dos y una de uno. Lo más común son los billetes de un dólar. Y el que consigue, se guarda y siempre lleva el billete de 2 dólares, que es muy difícil de encontrar.
Los “internacionales” también analizan con qué mujer salían cuando se ganaron sus mejores botines. O sus rachas. “La idea de uno siempre es seguir ganando dinero. Hay manes que siguen viendo a ciertas mujeres solo porque consideran que les dan suerte. Por más que no sientan nada. Pero la creencia en nuestro rubro es muy importante”, cuenta Julián.
Repetir la vestimenta con las que les fue bien es propio de “internacionales” y argentinos. “Es la energía de la ropa”, dicen. También les hablan a las herramientas utilizadas en sus robos. Los escruchantes, a sus barretas y destornilladores; los pilotos de salideras bancarias, a sus motos. Les hablan como si fueran un santo o una virgen. También las acarician. A veces les ponen apodos o nombres y las “miman”.
La última creencia tiene que ver con la típica frase de que “la plata llama a la plata y la miseria llama a la miseria”. “Eso es que si por ejemplo algo se rompe en mi casa, como ser un televisor. No lo arreglo ni lo dejo roto. Eso sería llamar a las malas energías. Lo tiro y compro uno nuevo. Si no tenemos dinero, pedimos prestado, o lo compramos con una tarjeta, o vamos a esos locales que dan un préstamos con DNI. Tendremos una deuda, pero las buenas energías van a estar de nuestro lado para ayudarnos a encontrar buenos botines”, dice otro ladrón.
Otra costumbre es hacerle un regalo a alguien de la familia, o un amigo. “Lo que te nazca. Pero el concepto es compartir una parte de lo que ganas. Es la manera que tenemos de creer que vamos a seguir teniendo libertad y buenos golpes”, concluye el ladrón, que está detenido en Marcos Paz.
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