Las consecuencias de los abusos
Estos son los testimonios de algunas de las 41 mujeres que denuncian abusos sexuales en la Iglesia católica española cuando eran niñas y adolescentes en el informe con 281 víctimas que ha elaborado EL PAÍS. Ellas suponen el 14,6% de las afectadas. Todos los está investigando la Iglesia después de que este diario se lo entregara a principios de mes al Vaticano y al presidente de la Conferencia Episcopal Española. En total, estas mujeres acusan a 36 miembros del clero, lo que supone el 14,3% de todos los denunciados en el estudio (251). La Conferencia Episcopal Española ha desdeñado el informe y reprocha que una supuesta falta de rigor “hace difícil extraer conclusiones que puedan servir a una posible investigación”.
Los datos que surgieron de esa investigación son fuertes, pero lo que más cautivó a los lectores fueron los testimonios de las personas que fueron víctimas de violencia sexual por parte del clero. María Teresa Compte, presidenta de Betania, una asociación para la acogida y el acompañamiento a las víctimas explicó los sentimientos que persisten, años y décadas después de cada abuso. “Es común que mujeres que han vivido este tipo de agresiones tarden en asimilar que las sufrieron. Esto se debe a que cuando se habla de abusos en el seno de la Iglesia, se suele hablar de niños víctimas, no de niñas. De cada 10 víctimas menores de edad tres son niñas”, aporta Compte sobre un estudio realizado en España. Las consecuencias de los abusos sexuales se viven a lo largo de la vida. El año que pasó, el actor Toto Kirzner, hijo de Araceli González y Adrián Suar relató cómo había suprimido los recuerdos del abuso que había sufrido y cómo, luego de haber sido abusado, se bañaba varias veces porque se sentía “sucio”.
En las mujeres, explicaron en una de las notas publicadas en El País, los abusos dañan profundamente su instinto maternal. “Las víctimas experimentan dificultades a la hora de mantener relaciones sexuales placenteras y plenas. Todo, por la incapacidad de dar o recibir afecto que suele derivar de este tipo de violencias”.
Los relatos de las mujeres víctimas de abuso sexual, recopilados por los periodistas del diario son fuertes y plantean las consecuencias y el trauma que genera un hecho así en un niño, a lo largo de su vida. “He reconocido muy tarde que me cuesta que me abrace gente querida”, explicó una de las víctimas de la ciudad de Bilbao. “¿Cómo es posible confesar a una niña de ocho años por sus pecados, mientras tú le estás metiendo mano?”; “No lo he superado, y lo peor es que te acabas creyendo que es culpa tuya”; “Cuando me divorcié, vi que no podía soportar que nadie me tocara. Lo llevas dentro hasta que explota”; “Recordaré siempre su voz de psicópata, y el pánico, el asco y la vergüenza que me hizo sentir”; “En medio de un examen me subió la camiseta y me desabrochó el sujetador, mientras me acariciaba la nuca y los brazos”; “Cuando no se reconoce la existencia de víctimas niñas, adolescentes y mujeres adultas es más difícil que ellas se reconozcan a sí mismas y sean capaces de romper el silencio”.
“Solo quien pasa por una experiencia traumática puede saber en su propio cuerpo lo que es vivir disociado, desconectado y revivir de manera continua sensaciones de asco, congelación y rechazo en sus relaciones del presente, a pesar de que hayan pasado los años. Son sensaciones que quedaron grabadas en el cuerpo y se disparan automáticamente”, dijeron otras víctimas.
En noviembre pasado, LA GACETA publicaba una nota sobre la importancia de detectar en los niños las señales que podrían indicar un caso de abuso. “Los adultos que están cerca del niño son quienes deben estar atentos a esto pero, por supuesto, depende la edad del niño”, explicó el psicólogo y escritor Martín Alomo. “El chico empieza a hacer cosas que antes no hacía: en la escuela se cambia de banco, de grupo, se transforma en alguien hostil si no lo era, varía el rendimiento. Mientras que en la casa se modifica el hábito del sueño, del juego y el humor”.
“La asistencia y acompañamiento dependerá del momento en el que esto sale a la luz. Por lo general, esto suele ocurrir tarde, después de que el hecho esta perpetrado, días, semanas o años más tarde. El acompañamiento terapéutico que siempre es bueno, llegará como asistencia ante la urgencia o como un tratamiento postraumático”, indicó el autor de “Vivir mejor”.
Cada persona, explicó el especialista, va a tener consecuencias diferentes ante un caso como este. “Dependerá de cómo lo haya afectado. Un tratamiento psicológico comienza con un diagnóstico y luego hay un pronóstico. En el primero se evalúa el aspecto dañado en determinado perfil de personalidad. Hay personas que son muy fuertes en determinadas situaciones y ante la misma situación otras son más endebles”. Es que el camino de una persona que sufrió abuso está lleno de incertidumbre y sentimientos encontrados. En este contexto, la familia y el círculo íntimo de la persona que vivió el abuso se vuelve imprescindible.
Los abusos infantiles, son hoy un problema transversal a la sociedad, atraviesa a todas las clases sociales. La investigación de los abusos en la Iglesia que EL PAÍS comenzó en 2018 ha contabilizado hasta ahora 602 casos y 1.237 víctimas desde los años treinta. Una olla que se destapó ya en otros países y que debe ser repudiada enérgicamente en cada rincón del globo. Con los niños y niñas, no.