"Nos han vendido que tenemos que ser felices porque sí" PUNTO Y APARTE
Tan importante como conocer tus virtudes es ser consciente de tus defectos. Así lo explica la psicóloga Silvia Álava, en su último libro ¿Por qué no soy feliz? (HasperCollins), señalando que, solo de este modo se pueden ajustar las expectativas a la hora de definir nuestros sueños.
Álava recuerda que, desde que nacemos, nos venden la idea de que tenemos que perseguir nuestra felicidad, que para triunfar en la vida hay que ser felices y, además, en este siglo XXI, colgarlo en las redes sociales para demostrar al mundo lo bien que estamos. Pero, se pregunta, ¿realmente es necesario ser feliz?
Usted dice ofrecer en su libro las claves para vivir y disfrutar de la vida sin complicarse. ¿No es eso un tanto pretencioso?
Precisamente para evitar que sea pretencioso, en la primera parte hablo de lo que significa ser feliz, de desmitificar la felicidad, para entender que la idea de vivir constantemente dando botes de alegría es una falacia, es algo que no se puede conseguir. Ser feliz implica estar a gusto con uno mismo, con sus días buenos y malos, y entender que siempre no se va a poder hacer lo que a uno le apetece. Vivir acorde a nuestros valores e ideales, porque a veces lo que nos pasa es que nos hemos alejado de ellos y eso nos genera mucha frustración.
También plantea si realmente es necesario ser feliz, cuando se da por hecho en la sociedad actual…
Vivimos en un momento en el que nos han vendido que tenemos que ser felices porque sí y además demostrarlo en las redes sociales. Antes el éxito en la vida pasaba por tener un determinado coche, una casa, un tipo de ropa... Hasta que llegó un punto en el que tampoco eso era la felicidad. Ahora hay que demostrar públicamente que se es feliz, y compartirlo con imágenes de una alegría exagerada. Pero cuidado, que habrá temporadas que estaré bien y otras no tanto, simplemente porque la vida es así, un cúmulo de reveses. Por eso, vamos a aprender a potenciar las emociones agradables para sentirnos bien, pero también a generar estrategias para regular esas emociones, que son también intensas, pero menos agradables.
¿Muchas de las frustraciones que sentimos podrían responder a esa idea de felicidad sobreactuada?
Algunas de ellas sí y otras no. Una de las ideas que se trabajan en el libro es que no existen las reglas generales. La felicidad depende de muchas variables, entre ellas de la genética, las circunstancias que se atraviesan en cada momento y como se interpretan esas situaciones.
¿Qué papel juega el componente genético en la felicidad?
Lo que dicen los estudios realizados en gemelos monocigóticos es que el 50 por ciento de la felicidad depende de este factor. Un 10 por ciento estaría determinado, en cambio, por las circunstancias. Por eso es muy importante aprender que hay recursos y habilidades que permiten una capacidad de mejoría.
Para estar bien, ¿hace falta hacer grandes cambios en la vida?
Encontrarse bien va a estar dentro de nosotros mismos y dependerá más de qué estrategias vamos usando para regular las emociones desagradables y propiciar las agradables que de hacer cambio radicales. El impulso inicial nunca tiene que ser la huida. Hay que aprender a manejar las situaciones y, a partir de ahí, decidir qué hacer en adelante.
¿En qué consiste la aceptación?
Aceptar nunca significa resignarse. Es ser consciente de qué se puede cambiar y qué no. Una vez que sabemos identificar lo que no depende de nosotros y las emociones que nos genera (rabia, enfado, frustración…), el foco de atención había que trasladarlo a gestionar cómo me hace sentir esa situación.
¿Qué significa estar en calma con uno mismo?
Nos han vendido una idea de felicidad asociada en todo momento a emociones agradables de alta intensidad. Pero, en situaciones como la que estamos viviendo ahora con la pandemia, aflora con fuerza otra emoción, en esta caso de baja intensidad, que es la calma y la serenidad. La hemos dejado un poco apartada y eso no puede ser. Porque hacer cosas muy alegres está bien, pero eso no puede ser constante. A veces no hace falta estar haciendo nada más allá de quedarse en casa leyendo un libro, viendo una película, paseando en conexión con la naturaleza.
¿Somos esclavos de la felicidad?
Somos esclavos de las emociones fuertes. Hay muchas personas que repiten «yo no quiero vivir en una montaña rusa constante», pero la realidad es que están enganchadas a eso y tienen que aprender a vivir desde la serenidad. Es la llamada adaptación hedonista, que consiste en acostumbrarte tanto a lo bueno que luego el resto de cosas no se valoran. Un ejercicio para trabajarlo es agradecer lo que se tiene y no poner tanto el foco en lo que no se tienen.
¿Somos todos capaces de aprender a gestionar sus emociones?
Se podría decir que sí, la parte del cerebro que regula las emociones puede aprender a lo largo de toda la vida. Hay gente que tendrá más facilidad que otra por sus variables de componente genético, pero todas las personas pueden hacerlo. El problema es que no nos enseñan. Muchos adultos que pasan por mi consulta me confiesan: «si yo hubiera sabido esto antes, cuantos disgustos me habría ahorrado».
¿Existe el secreto de la felicidad?
El mayor enemigo de la felicidad es nuestro director de cine interior. A veces somos nosotros mismos los que nos montamos las películas mentales, e incluso series de varias temporadas, sobre cosas que realmente no han ocurrido. Hay que vivir más pegado al Planeta Tierra, donde pasan cosas muy desagradables, buscar la objetividad y el ser más realista. Puede que una situación sea muy difícil y compleja, pero hay que intentar manejarla y no caer en el victimismo.